Animalistas agotados
Rescatistas peruanos denuncian abandono estatal mientras luchan contra maltrato animal y crueldad cotidiana
Sin apoyo ni regulación clara, albergues y activistas enfrentan crisis emocional, jurídica y financiera

Fuente: Composición LR
Lima, -Brenda Amaya, de 34 años, Emilia Carhuamarca y Evelyn Quispe son tres de las muchas personas que han elegido dedicar sus vidas al rescate, cuidado y protección de animales callejeros en Perú. Su labor —sin fines de lucro— las enfrenta diariamente con la crueldad humana, la indiferencia gubernamental y los constantes desafíos emocionales.
Rescate y refugio con sacrificio personal
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Brenda, en Ventanilla, comenzó hace seis años, motivada por el fallecimiento de su abuela, quien le enseñó a cuidar perros. Hoy cuida cerca de 50 animales en su albergue, asumiendo gastos, curaciones, alimentación, limpieza, y muchas veces trabajando sin descanso.
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Emilia, en Huancayo, ha logrado rescatar animales y mantener un cielo refugio con más de 400 perros. Relata cómo su vida encontró sentido al cuidar seres que otros abandonan.
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Evelyn, que opera desde Manchay, está construyendo gradualmente su albergue, alojando perros y gatos en su casa hasta que pueda establecer instalaciones propias.
Ley vigente pero sin cumplimiento efectivo
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En 2024, según cifras del Ministerio de Salud, hay más de 6 millones de perros callejeros en Perú, 4 millones solo en Lima. Pero no existe un registro oficial confiable de animles abandonados.
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La Ley 31311, aprobada durante el gobierno de Francisco Sagasti, prioriza la esterilización de perros y gatos, pero su aplicación regional y nacional es deficiente.
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No hay regulación específica para albergues, refugios o temporales en muchas municipalidades; algunos de estos espacios funcionan informalmente, sin licencia, sin supervisión sanitaria, lo que deriva en condiciones inadecuadas.
Demandas de los animalistas
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Milagros Tovar, abogada especializada y presidenta de FENOAAA, exige una norma nacional clara que regule albergues, licencias, fiscalización municipal.
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Se pide que el Censo 2025 incluya preguntas sobre cuántos animales tiene cada hogar, como primer paso para generar políticas de manejo poblacional.
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También se demanda mayor compromiso institucional: denuncias atendidas de forma seria, investigación de maltrato, sanciones aplicadas, y leyes que no sean solo simbólicas.
El impacto emocional y social
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Las activistas relatan episodios de depresión, culpa, desgaste físico y emocional. No solo enfrentan la enfermedad o heridas de los animales, sino también la crítica, la indiferencia de vecinos, autoridades que no escuchan.
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Muchos rescates los financian de su bolsillo o mediante donaciones públicas mínimas, comida, medicinas; a veces tienen que usar redes sociales para recolectar fondos esenciales.
Conclusión y llamado urgente
La vida de estas personas —que prefieren “dar una oportunidad” antes que mirar para otro lado— es una especie de viacrucis: enfrentan sufrimiento animal, burocracia, leyes insuficientes y poco acompañamiento institucional. Mientras no haya una regulación real, un presupuesto asignado, capacitación, fiscalización, y sensibilización ciudadana, la labor de los animalistas seguirá siendo un acto de amor peligroso, con muchas pérdidas visibles y ocultas.
El país ya tiene leyes y promesas, pero hace falta acción concreta para que animales abandonados dejen de depender exclusivamente de corazones generosos.
Fuente: La República
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