Tradición piurana

La rosca del muerto: el pan que endulza las velaciones en Piura

Este pan artesanal se prepara cada octubre como ofrenda y símbolo de memoria para los difuntos.

Fuente: Walac Noticias

Piura.- En Piura, cuando llega noviembre, el aroma del pan se mezcla con la nostalgia. En cada casa, en cada horno de leña, se vuelve a amasar la “rosca del muerto”, una tradición que ha sobrevivido generaciones y que convierte el dolor en ternura. Se trata de un pan dulce trenzado, decorado con ajonjolí, azúcar o grageas de colores, que las familias preparan para honrar a sus seres queridos durante las velaciones del Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.

De acuerdo con los panaderos piuranos, la costumbre nació en las zonas rurales de Catacaos, La Unión y Tambogrande, donde las familias horneaban la rosca junto a tamales, bizcochuelos y chicha de jora para acompañar la visita a los cementerios. En algunas localidades, la ofrenda se colocaba al pie de las tumbas, mientras en otras se compartía en casa, entre velas y rezos. Hoy, su preparación se mantiene como una expresión de cariño y respeto hacia quienes partieron.

“El pan tiene forma de círculo porque simboliza el ciclo de la vida”, explica doña Nelly Ruiz, panadera de Catacaos que cada año prepara más de cien roscas para vecinos y conocidos. “No es solo comida, es un mensaje: que la vida sigue, aunque ya no estén”, dice, mientras amasa con harina, huevo y manteca el recuerdo de sus mayores.

En las panaderías piuranas, la elaboración comienza desde la madrugada. Las roscas, doradas y aromáticas, se apilan en canastas y se venden en los mercados locales o a la salida de las iglesias. Su sabor —ligeramente anisado— evoca la mesa familiar, la unión y el rito compartido de la despedida.

La tradición también se ha convertido en un pequeño motor económico: muchas familias producen roscas por encargo en los días previos al 1 y 2 de noviembre, combinando recetas antiguas con toques modernos. Algunas las rellenan con miel o mantequilla; otras, conservan el estilo más simple, como el que hacían las abuelas con hornos de barro y moldes de lata.

Más allá de su dulzura, la rosca del muerto representa una forma de resistencia cultural. En tiempos de celebraciones importadas, los piuranos reivindican su costumbre más íntima: recordar a los muertos con pan, oración y familia. En los pueblos, las calles se llenan de olor a harina tostada y los altares se adornan con flores y velas. Es el sabor de la memoria, una herencia viva que une a los que están con los que ya se fueron.

Fuente: Andina


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