Opiniones

Una amistad heroica y eterna

Por Jorge Rojas Luna

A los veintiocho años de su edad, un valiente hombre de leyes nacido en Buenos Aires el 17 de marzo de 1851, desembarcó del vapor “Potosí” en el hasta entonces puerto peruano de Arica, y presentó su espada al presidente del Perú don Mariano Ignacio Prado. El historiador Gustavo Ponz Muzzo, refiere que, Roque José Antonio del Sagrado Corazón de Jesús Sáenz Peña Lahitte, fue incorporado al Ejército del Sur, y para tales efectos se embarcó en el Callao, un 16 de agosto de 1879, con dirección a la porteña Arica; al llegar a su destino coincidió con el Huáscar, abordando el famoso monitor para entrevistarse con el “Caballero de los Mares” (dolor de cabeza de la Armada chilena). ¡Qué imagen tan inmensa configuraron esos dos caballeros, que más tarde calarían profundamente en el alma y mente de los peruanos! Con el grado de teniente coronel, otorgado por el Perú, el valiente argentino luchó en San Francisco y Tarapacá, acciones bélicas que le valieron el reconocimiento de sus superiores por la demostración de valentía y profesionalismo en el combate, y que un 7 de junio de 1880 tendría su cenit. En el contexto de convivencia fraternal con las tropas, conoció en el Cerro Dolores al coronel Francisco Bolognesi, y ambos forjaron una amistad eterna.

¿Qué motiva a un hombre a cruzar el estrecho de Magallanes y entregar su existencia a un país que no es el suyo? Pues, no cabe duda que la calidad humana y la firme idea de libertad formaron parte de la personalidad de Sáenz Peña; valores que junto al ideal demócrata le permitieron realizar grandes logros para su nación cuando le toco dirigirla. La acción de guerrear de forma voluntaria por la causa peruana fue recibida con enorme alegría y se le consideró como un acto de valentía representativo de su “atlántica tierra”. Desde el nacimiento de la República peruana estamos unidos a esa gran nación que es Argentina; en 1821, el Generalísimo, proclamó la independencia del Perú y, 58 años después, otro argentino llegaba a nuestras tierras para luchar por esa libertad y soberanía contra el invasor sureño.

El comandante Roque Sáenz Peña, al mando del batallón “Iquique” subió al Morro, siendo mal herido en el brazo derecho por la bala traidora del mal hermano, y luchó junto a las tropas defensoras del honor patrio, en una batalla que elevaría a la mansión de los héroes a Bolognesi, More, Bustamante, Blondel, Ugarte, muchos soldados y marineros. Sáenz Peña sobreviviría para convertirse en héroe vivo de la gesta de Arica, testigo del valor de los defensores del Morro y del insano “repase” del corvo y bayoneta del sur. Él, que fuera hermano de armas del Gran Mariscal del Perú y patrono del Ejército, que combatió cuerpo a cuerpo hasta quemar el último cartucho de las armas y de sus fuerzas, es ejemplo del guerrero verdadero.

Hecho prisionero por el enemigo fue conducido a la ciudad de Arica, que ya era presa del incivilizado ataque de la soldadesca chilena. El 2 de julio de 1880 fue embarcado en el transporte “Itata” con destino a San Bernardo, donde recibió un buen trato por parte de sus captores. La diplomacia argentina logró su liberación y el 28 de setiembre arribó a Montevideo a bordo del vapor “Cordillera”, para luego un 30 de septiembre llegar a Buenos Aires, siendo recibido como héroe. Así culminaba su participación en la “Guerra del guano y el salitre”, y se iniciaba su leyenda en Sudamérica.

El Perú no fue ingrato con el doctor Roque Sáenz Peña; el 25 de octubre de 1887, el Congreso peruano legisló y se le inscribió en el Escalafón Militar del Ejército Nacional como coronel de infantería. El 5 de noviembre de 1901, se le concedió la medalla de oro por su participación como combatiente en el Morro de Arica y el haber correspondiente a su grado. El 6 de septiembre de 1905, el Congreso le ascendió al grado de General de Brigada.

La idea de construir un lugar para rendir homenaje a Bolognesi y a los héroes del Morro, nace de un grupo de escolares del Liceo Internacional y que luego se transformaría en la Asamblea Patriótica Bolognesi, a la que se sumaron la Municipalidad de Lima, el Congreso y el presidente de turno.

Para la inauguración se decidió invitar al General don Roque Sáenz Peña, quien aceptó y partió de su tierra en un trasatlántico para luego en Valparaíso abordar el vapor “Guatemala” con el que llegó hasta el puerto de Ilo, donde transbordó al transporte “Iquitos”; llegando al Callao el 6 de noviembre de 1905, donde fue recibido emocionadamente por las autoridades y población. Abordó el tren presidencial que lo llevó al centro de Lima donde fue recibido en Palacio de Gobierno por el presidente don José Pardo y Barreda.

La ceremonia de inauguración del monumento a Bolognesi fue una fiesta nacional, de muchos lugares del país llegaron a presenciar el solemne acto y a recibir al héroe y amigo del Gran Mariscal del Perú. Estando en la Plaza de Armas de Lima, se le concedió el mando de las tropas, por parte del coronel Ugarte, en ese momento jefe de Línea: “De orden suprema, entrego el mando del Ejército del Perú al general Roque Sáenz Peña, a quien se obedecerá y respetará”; gran ovación popular se escuchó en la Ciudad de los Reyes.              

Luego del develamiento del monumento, se pronunciaron los discursos del Presidente de la República y del Alcalde de Lima. El invitado de honor no pudo leer el suyo puesto que en ese lapso se hallaba como jefe del Ejército del Perú. El noble argentino, escuchó emocionado, el sublime juramento a la Bandera: “¿Juráis a Dios, y prometéis a la patria, seguir constantemente nuestra bandera, defenderla hasta perder la vida y no abandonar a vuestros superiores?”. - ¡Sí juramos!

Su discurso fue publicado al día siguiente y del que extraigo algunas líneas que muestran la emoción que le embargaba: “¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho!” provocación o reto a muerte, soberbia frase de varón, con digno juramento de soldado, que no concibe la vida sin el honor, ni el corazón sin el altruismo, ni la palabra sin el hecho que la confirma y la ilumina, para grabarla en el bronce o en el poema como la graba y la consagra la inspiración nacional. Y el juramento se cumplió por el jefe y por el último de sus soldados, porque el bicolor nacional no fue arriado por la mano del vencido sino despedazado por el plomo del vencedor. Lo que vino después ya lo sabéis… Mi gran amigo: es tan intensa mi emoción como mi gratitud, asistiendo a tu apoteosis al frente de tu ejército, que el excelentísimo gobierno ha confiado a mi comando como un homenaje a ti, por la amistad con que me honraste, pero que es también insigne honor y altísima distinción discernida a quien la recibe, la estima y la agradece en su nobilísimo significado”.

El valiente argentino, ha trascendido en nuestro país en muchos aspectos de nuestra historia y cultura. Existen avenidas, calles, jirones, instituciones educativas, organizaciones culturales, parques, barrios, etc., Por ejemplo, el gran decimista Nicomedes Santa Cruz en algunas de sus glosas elogia al bravo combatiente del Morro:

Don Roque Sáenz Peña, es parte de la heroica historia de la peruanidad y es un eslabón que une la cadena fraterna entre el Perú y la Argentina. Él, se configura como una imagen señera para todos y nos muestra el valor de la verdadera, desinteresada y honesta amistad que puede existir entre las personas y naciones. 

¡Honor y gloria, al eterno amigo de Francisco Bolognesi!


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